Sabemos que el mundo de la moda es como
una noria que no para de girar: unos se suben a ella y otros se bajan
tras dar varias vueltas. Y eso es lo que ocurrió en París.
Nicolas Ghesquière, que se había
bajado de la noria de Balenciaga, ha comenzado una una etapa en Louis
Vuitton. Y ese era el escenario: uno de los desfiles más esperados
del último año.
Y por eso, París se vistió de gala
para recibir a uno de los diseñadores más laureados de la última
década. Los nerviosos en la antesala del Louvre, lugar elegido para
presentar la colección, eran obvios. No solo por lo que podría
presentar Nicolas sino porque Louis Vuitton comenzaba una nueva etapa
después de 16 años de éxito con un brillante Marc Jacobs en la
dirección creativa de la maison francesa.
Pero nada tienen que ver estas dos
firmas de lujo. Mientras que los clientes de Balenciaga son una élite
muy concreta, Louis Vuitton fue uno de los pioneros en eso del “lujo
accesibles” consiguiendo ampliar el abanico de consumidores gracias
a iconos de la casa como el Speedy que tanto reinterpretó Marc
Jacobs.
Aunque Ghesquière pueda ser sinónimo
de cambio en la casa francesa, ha dejado claro que la herencia que su
“colega” Jacobs le ha dejado merece todos sus respetos. Quizás
sea por eso que eligió el Louvre (lugar donde Marc Jacobs presentó
todas sus colecciones para Vuitton). Hace unos meses, en los asientos
que allí se colocaron, Marc Jacobs se despedía de la maison
así como de todos los que le acompañaron en ese largo y glorioso
camino a través de una escueta carta. Y en esos mismos asientos es
donde Ghesquière colocó una nota mecanografiada en la que anunciaba
que “iba a ser un gran día” a la vez que aseguraba “poder
honrar el legado de Marc Jacobs, de todo corazón”.
Última colección de Marc Jacobs para Luis Vuitton |
Pese a la intención de honrar ese
legado, la colección que Ghesquière presentó poco tenía que ver
con lo que Marc Jacobs entendía por Vuitton. Nicolas presentó una
colección a medio camino entre la mujer joven y deportiva (como
siempre lo había hecho para Balenciaga) reforzada por las
impresionantes proezas técnicas que caracterizan a Vuitton.
Una sucesión de microvestidos,
microabrigos y microfaldas inundaron la pasarela. Las modelos, con
prendas ceñidas a la cintura, desfilaron presentando una colección
dinámica que pudimos observar a través de leggings y zapatos de
tacón bajo. Pero Ghesquiere va más allá y, a diferencia de Jacobs,
los escotes pronunciados le dieron ese toque seductor, ese “sex
appeal” que tanto le gusta a Nicolas.
Pero lo que no cambia es la riqueza de
los materiales usados por Vuitton. Daba igual que fueran vestidos de
gran trabajo o minivestidos sencillos, las combinaciones de textura
fueron, una vez más, magníficos: paños de cashmere
mezclados con cuero, brocados bordados a mano en su totalidad o
plumas cortadas al biés recordaron al espectador que el “savoir
faire” parisino sigue igual de vivo que siempre sin importar quién
sea la cabeza visible de una de las marcas de más éxito de la
historia de la moda.
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